sábado, 10 de octubre de 2015

Y ENTONCES, ¿CÓMO HACEMOS?

"Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos." - Mateo 5:20

    Tiene que haber sido un día particular para los discípulos cuando oyeron a Jesús expresar las bienaventuranzas y las primeras verdades del famoso sermón del monte, que les apuntaba a ellos como la sal de la tierra y la luz del mundo. El shock que sus palabras debe haber hecho en ellos seguramente fue profundo, causando una confusión natural en sus mentes ya que lo que acababan de escuchar acerca de las características de los que serían herederos del reino de los cielos difería grandemente de lo que habían aprendido de los escribas y fariseos. Sus rostros seguramente mostraron esa confusión porque Jesús les dijo luego "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir" (5:17). En otras palabras... "No se equivoquen -indicaba- no estoy enseñando en contra de la ley, sino que estoy dándoles el verdadero significado, algo que no hicieron los fariseos y escribas."
    Si el asombro de ellos era grande, debe haber sido aún mayor cuando Jesús dijo lo que hoy es nuestro texto principal. Siendo que todos conocían la rigurosidad de la conducta, los cuidados y las tradiciones que los ancianos en su celo por la ley y las enseñanzas de Moisés continuamente practicaban; ¿cómo era posible tener una justicia mayor que la de ellos? "Si ellos no entran con su justicia - pensarían- ¿cómo lo haremos nosotros que ni les llegamos a los talones? ¿Cuál es esa justicia mayor?  Es que inmediato a este texto Jesús comenzó su secuencia de "Oísteis que fue dicho... pero yo os digo..." Es la justicia de Cristo; la justicia por medio de la fe es una justicia mayor a la de cualquier obra del hombre o confianza en la ley de las obras. Es la justicia de la que habló Jeremías, "En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra" (33:16).
    Quizá has estado luchando por años con mantener una buena moral, una buena conducta; o sosteniendo un hábito de buenas obras caritativas que te permitan aumentar el caudal de argumentación de justicia a tu favor para que el día de tu muerte te sientas preparado para presentarte ante Dios con la garantía del perdón. Pero no tienes paz; es claro. Es que tu justicia no ha superado la de los escribas y fariseos; y nunca lo hará tampoco. La única justicia que la supera es "la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él" (Ro. 3:22). Dios envió a su Hijo a morir "para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Ro. 3:25-26). ¿Quieres entrar en el reino de los cielos? Necesitas esta justicia superior que te es imputada en el momento que te arrepientes de tus pecados y colocas tu fe en Jesucristo.

¡Dios te bendiga!

-Biblia, Mate y Oración-
© 2013- Ricardo Daglio -Uso personal, no distribuir sin permiso

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